A Zululand, una reserva para rinocerontes al este de Sudáfrica, llegó un bebé elefante al que no habían conseguido reintroducir en su manada. Las heridas físicas consiguieron curarse con mucho esfuerzo y dedicación del personal de la reserva. Las psicológicas empezaron a curarse cuando llevaron a un perro pastor alemán, que consiguió despertarlo de su apatía y letargo. Ahora son amigos inseparables.
Los animales sociales nos necesitamos los unos a los otros.