Para aprovechar al máximo posible las ventajas que las metodologías ágiles pueden aportar a la (auto) gestión de equipos, deben ser adaptadas a las idiosincrasias de cada uno. Cada metodología introduce una serie de nomenclaturas, normas, roles… que pueden funcionar mejor o peor, en función de las dinámicas de equipo y las características personales de cada miembro.
Nunca debe olvidarse que Agile es más una filosofía que un método concreto de trabajo. Cuando no se sabe por dónde empezar, lo mejor es escoger una cierta metodología que derive de Agile (Scrum, XP…) y probar. Y para que la prueba tenga éxito, es decir, para llegar al momento de saber qué partes sirven y cuáles no para el equipo, hay que seguir lo más fielmente posible las directrices de la metodología escogida. Hay que evitar caer en la idea equivocada de que una cierta metodología no funciona cuando lo que está ocurriendo es que el equipo no está consiguiendo resultados porque no está siguiendo sus directrices.
De la misma manera, tal y como describen en este artículo, no hay que dejarse llevar por los mitos.