La sorpresa es una herramienta poderosa. En función de cómo se use, puede inducir o sugerir palabras tanto positivas como negativas (“miedo”, “asco”, “hermoso”, “impresionante”,…). Bien usada, puede convertirse en un envoltorio eficaz para mejorar el engagement de clientes o empleados, o para inducir conexiones entre conceptos positivos y una marca.
Un ejemplo es la siguiente imagen. Tras la sorpresa inicial, ¿cuál es el concepto positivo que se pretende vincular a la marca?
Solución: la frescura / lo refrescante.